Nos quitan los caminos públicos y esa pobre anciana de Reus que sufría la llamada pobreza energética muere en un incendio de su casa provocado por velas por falta de electricidad. Las veredas públicas son la única propiedad de quienes no poseen tierras, ni fincas, ni sueldos dignos, que un 30 por ciento de españoles gana menos de 1.215 euros brutos al mes. Con la apropiación de las vías públicas en los campos por los propietarios de haciendas campestres empezó ese traspaso de propiedades del Estado a particulares llamado privatización, el empeño de los dirigentes de derechas en cualquier institución del Estado. Privatizar un servicio es dárselo a una entidad privada para que reduzca sueldos y empleos y los trabajadores, casi ahogados, vean un futuro tan negro que hasta consideren a Trump, alguien que no paga impuestos, como un salvador.

Es el camino que está tomando la historia: asfixiar tanto a la población que se muere de frío porque no tiene dinero para pagar la luz mientras que juzga a unos por utilizar tarjetas con las que calentarse excesivamente y a otros por gastar el dinero público para enriquecer a gerentes de partidos políticos, incluso estando en el poder. En este camino de la historia los catalanes, ahora que estamos cerca del 20 de noviembre, han tomado la trocha de volver al «contra Franco se vivía mejor» porque resulta más atractivo e impresionante retornar al final de la dictadura, donde abundaba la heroicidad, que gestionar, con libertad y obligaciones, y con la bandera que se quiera, el día a día de una comunidad, nacionalidad, nación o grupo de personas. Y para colmo, en una decisión política de esas que para nada tiene en cuenta a los ciudadanos sino el quedar bien del dirigente, hasta se quieren llevar los sueños de pantalla desde la Filmoteca del corazón de la Judería hasta casi el extrarradio de Miraflores, que alguna vez se moverá con la creatividad del C4, Centro de Creación Contemporánea de Córdoba, que ahora se llama Espacio Andaluz de Creación Contemporánea; un lugar situado en el futuro de la ciudad pero que con la crisis comenzó a despojarse de proyectos y a conformarse con el Mercado Medieval, que luego se convirtió en Romano. Menos mal que la grandeza de la Luna del pasado lunes, que coronó de belleza arquitecturas de la humanidad, ilusionó a parte de la población porque aunque no tenga trabajo aún le resta capacidad para contemplar la estética de este satélite de la Tierra. Como a los alumnos de la Cátedra Intergeneracional, que ya son dos mil, y en una edad que tiene que ver con las pensiones han vuelto a la escuela, el mayor milagro de la humanidad.